martes, 6 de abril de 2010

RODOLFO: LO NUEVO DEL VIEJO FITO


Fito Paez es el músico latinoamericano, contemporáneo, que mayor impacto ha logrado en los corazones rotos de nuestra extraviada generación (rebaño snob llamado generación). Su música, su voz, su virtuosismo ha llenado de energía -simplemente energía- a todo aquel que la siente como una experiencia definitiva y llena de sensaciones inexplicables. Sus letras laberínticas hicieron del rock en español un escenario profundo, de dimensiones prácticamente insondables. Su música llena de inconmensurable pasión, enrojece mejillas, presta lágrimas a la soledad y sólo pide a cambio una fidelidad casi divina.

Pero este cúmulo de atributos se ha ido perdiendo inexorablemente a lo largo de los años, que han apagado el espíritu genuinamente adolescente de su todopoderoso creador… se ha perdido la fe en su dogma irrebatible y se ha dispersado un poco de su rebaño fiel. Quizá esa energía de pasión crítica y poética se ha convertido en monedas para una rockola llena de himnos a enanos con pelucas y gafas multicolores que recogen flores pegajosas en el camino hacia la felicidad. Así mismo, casi como si se tratara de pedofilia, ha caído estrepitosamente en el pecaminoso intento de diversificar su arte a través del cine independiente: grave error, ya que Fito como director de cine es un excelente lustrabotas. Todo esto ha hecho que sus antiguos fieles hayan optado por cambiar de fe y convertirse a la música new-age o al emo-rock.

Antes de que Fito incursione como bailarín clásico, o en un establecimiento de striptease para enanos, se ha tomado un prudente tiempo para retomar su esencia con cierta dignidad y gracia. Y en ese proceso de reflexión ha recordado algo fundamental en la personalidad de todo ser humano: su nombre. Y es ‘Rodolfo’, su nombre y el de su nuevo trabajo musical. En ‘Rodolfo’ explora la confortable intimidad, el poder minimalista del piano y la madurez de una voz que aún conserva jirones de verdadera pasión juvenil. Sus letras en cierta medida han vuelto a correr como huyendo de la muerte o de la artificiosa felicidad en medio de las ‘tumbas de la gloria’. Su música, brillante y virtuosa como antaño, ha retomado el cauce de la belleza, del hermoso arte de cortar con sediciosa lentitud las vendas que cubren las almas endurecidas por la certeza de una estúpida muerte.


Canciones que recuerdan un poco, con menor brillo y mayor simplicidad, exitosos e impecables trabajos como “El amor después del amor” y “Euforia”, se pueden encontrar al interior de “Rodolfo”. Algunas de estas son sinceras alegorías al amor (“Si es amor”), otras a las vidas privadas (“Sofi fue una nena de papá”), y otras tantas a la nostalgia (“Zamba del cielo”). Cada una de ellas tiene instantes de magia que solo un diestro y apasionado artesano puede esparcir en sinuosos y gratificantes senderos sónicos.

A pesar de que su música nunca tendrá el mismo brillo y vibrante tempo de ayer, este trabajo es un honesto intento por volver a la esencia de la verdadera mística ‘a la quintaesencia de la música’. Escuchar “Rodolfo” vale la pena, incluso antes de morir.

El Hijo de Sancho

1 comentario:

  1. me gustó el post.
    Recomiendo este vídeo por si acaso:
    http://www.youtube.com/watch?v=yQIYqu32fqw

    ResponderEliminar